En Junio del 2019 sufrí el dolor de la perdida, no era mi primera vez, pero si la más dolorosa para mi hasta ese momento. Fue muy duro para mi, y nunca he tenido la valentía de ponerlo en palabras.
Ese mes un día 7 la vida me arrebato a mi madre, mi suegra y mi perro.
Estaba fuera de mi Isla acompañando a mi madre que estaba enferma, tuve la gran suerte de que la vida me dejo cuidarla y acompañarla durante su último mes de vida. Un regalo agridulce que me regalo la vida pero estoy agradecida.
Antes de irme de aquí para cuidarla mi suegra había enfermado y estaba en el Hospital con un diagnostico no tan malo como el de mi madre, recuerdo ir a despedirme de ella antes de mi viaje y pensar al salir de allí que quizás era la última vez que la vería... por sus palabras creo que ella lo pensó también.
Mi suegra fue una mujer muy fuerte con ideas de las mujeres de antes, inamovibles. Me enseño muchísimo en la vida, a ser fuerte y a trabajar e intentar no quejarme. La admiraba muchísimo era trabajadora, una madre defensora incondicional de sus hijos los quería con toda su alma. Tuve periodos en la vida buenos con ella y otros no tan buenos, pero el tiempo fue haciendo que nos quisiéramos cada vez más y nos lleváramos cada vez mejor. Le debo muchísimo y la echo muchísimo de menos.
Mi madre era otra mujer muy fuerte tan fuerte que no le podías leer las expresiones de la cara, pero era la única persona en el mundo que me amaba incondicionalmente con mis defectos y mis virtudes, aunque me discutía todo y digo todo. Me hacia cuestionarme todo, me daba lecciones de todo. Me separe de ella muy pronto tenía 17 años y claro luego cuando la vida nos volvía a juntar porque vivíamos en diferentes lugares me hacía sentir como una adolescente de nuevo con sus consejos. Supongo que es porque para ella yo no era lo suficiente madura para tratarme como un adulto.
Yo la respetaba muchísimo y no sé porque creo que ella a mi también quizás hasta nos parecíamos más de lo que queríamos y cuando se jubiló y pasábamos meses juntas disfrutábamos de cada momento por todos esos años que no pudimos hasta su último aliento.
Mi perro que al principio no era mío, me lleno la casa de alegría en un mal momento de mi vida, fue mi perro porque yo le daba de comer aunque todos los demás decían que era de ellos. Trasto que así se llamaba era tan divertido que yo subía del trabajo y jugaba al escondite con él. Los meses que mi madre estaba con nosotros él no me hacia ni caso, era el perro de ella durante su estancia.
El día 7 mi suegra decidió ir a recoger a mi madre y las dos fueron a recoger a mi perro. Si existe otra vida están ahí juntitos los tres, mirándome y protegiéndome todos los días mientras me queden de vida.
Agradezco haber sido amada por tan bellos seres y por haberme dejado amarlos...Gracias y mil veces gracias por haber sido parte de mi vida.